En la tercera entrada de la serie sobre broches damasquinados de época visigoda dije que el ejemplar de la Galería Inferior de La Garma tendría una entrada monográfica, así que, aprovechando que por fin (año y medio después) se ha publicado el libro en el que se incluye el artículo sobre la pieza en el que Enrique y yo hemos colaborado (con Pablo Arias, Roberto Ontañón y Eva Pereda), aquí está.
El yacimiento arqueológico paleolítico de La Garma es de sobra conocido, así que no me detendré a contar nada sobre él, igual que con los de la Prehistoria Reciente. En cuanto a los restos de época visigoda de la Galería Inferior (y, en menor medida, de la Galería Intermedia), existe una curiosa explicación recogida en este mismo blog y que es muy recomendable ver (pincha aquí si aún no la conoces, inquieto lector, y disfruta de un viaje hasta las entrañas de la tierra trasmerana en "la Nave del Misterio"). Otra, más prosaica y quizá algo menos interesante, puede consultarse en este artículo publicado en Munibe hace un poco más de un año.
Resumiendo mucho (y bebiendo de la segunda fuente citada en el párrafo anterior), en la Galería Inferior de La Garma, a la que se accede tras descender dos simas lo suficientemente profundas como para matarte varias veces si te caes por ellas, se conservan los restos de 5 jóvenes de época visigoda cuyos cadáveres fueron depositados sobre el suelo de la cueva (después de bajarlos por las simas, claro está).
Tanto la localización de los cuerpos, con 3 muy cerca del fondo de la sima y 2 en una sala situada más al interior, como las fechas de Carbono 14 que han proporcionado (las de los de más adentro algo más antiguas que las de dos de los otros 3) permiten hablar de, al menos, dos momentos de depósito de cadáveres separados entre sí por varias décadas: uno del siglo VII y otro de comienzos del VIII. Los dos situados al pie de la sima (el tercero de esa zona está algo más apartado, en un recoveco) fueron colocados juntos en un hueco pegado a la pared, probablemente en la posición que se ve en la siguiente ilustración (sin orden ni disposición habitual y recordando mucho a cómo se "echan" los muertos en las fosas comunes), aunque es difícil de asegurar porque, como también se observa en la ilustración, los huesos de los dos estaban hechos migas.
Todo (forma, contexto, cronología y algunos óxidos cúpricos que asomaban entre la roña ferruginosa) parecía indicar que nos encontrábamos ante una pieza con decoración damasquinada, del mismo tipo que la de Las Penas (de la que también habrá monográfico aquí próximamente) o la de Los Goros, pues, ¿quién iba a querer llevar puesto un broche de cinturón de hierro, sin decorar y que se oxide a las primeras de cambio? El paciente y esmerado trabajo de restauración llevado a cabo en el MUPAC por Eva Pereda, la restauradora de la casa, confirmó todas las sospechas y dejó bien claro que estábamos ante una verdadera joya de la toréutica altomedieval peninsular. Bajo el óxido de hierro que envolvía la pieza se escondía una esmerada decoración a base de latón dorado y plata, ambos en forma de chapas aplicadas sobre la superficie del hierro e hilos embutidos en éste.
Esa decoración puede resumirse de la siguiente manera:
- un motivo principal, formado por una cruz griega flanqueada por dos dírculos radiados que ocupa todo el cuerpo central de la placa y el extremo distal ultrasemicircular, adaptándose perfectamente a éste uno de los círculos
- otros pequeños motivos cuadrados, con 4 chevrones dobles afrontados que confluyen, desde los 4 lados, en un punto situado en el centro y que se localizan de la siguiente manera: uno en la base del hebijón, uno en cada uno de los cuadrantes que hay a los lados de la cruz central y otro en el apéndice del extremo distal
- la decoración a base de finas líneas paralelas que cubre tanto los dos apéndices de sujeción del pasador, en el extremo proximal de la placa, como la hebilla.
En cuanto al motivo principal, desde un principió parecía evidente que nos encontrábamos ante un ejemplo de decoración de tema cristiano, con una cruz situada en un lugar central. La presencia de cruces decorando placas de cinturón de época visigoda no es rara y, además, contábamos con el ejemplo cercano, una vez más, del broche damasquinado de Las Penas. Sin embargo, en este caso la composición era muy particular, con los dos grandes círculos radiados flanqueando a la cruz, y remitía como paralelo relativamente próximo a la decoración escultórica de algunas iglesias de época visigoda. Sinificativamente, a la de San Pedro de la Nave, en la provincia de Zamora, datable en la segunda mitad del siglo VII a partir de las fechas de Carbono 14 que han proporcionado diferentes maderas constructivas utilizadas en su fábrica (las grapas de madera de roble, de forma inequívoca y la viga de pino con más dudas y mucho más debate), aunque haya varios investigadores que lleven ya más de una década empeñados (con una energía digna de admirar pero merecedora de mejores "causas" arqueológicas, en mi opinión) en llevar su fecha de construcción al siglo X. Dejando al margen esas cuestiones, lo cierto es que en algunos de los relieves de ese templo zamorano pueden verse composiciones formadas por una cruz central (inscrita en un círculo en ese caso) flanqueada por ruedas radiadas, aunque con radios curvos.
Sin embargo, los paralelos más cercano que hemos encontrado para ese motivo decorativo no está en la península Ibérica ni en el mundo (hispano)visigodo, sino más allá de los Pirineos. Concretamente en la Francia merovingia, en dos broches de cinturón de bronce, de tipo "burgundio", procedentes de Yvoire y La Balme, respectivamente. En ellos la escena principal representada en el centro de su placa son un hombre y una mujer en posición orante, con los brazos hacia arriba pero, en su extremo distal, encontramos un motivo idéntico al del broche de La Garma; sólo que, en estos dos casos, está dispuesto de forma vertical. Al aislarlo y colocarlo en horizontal podemos comprobar ese gran parecido: una cruz griega en el centro flanqueada por dos círculos radiados, uno a cada lado. Incluso los cuadrantes de los lados de la cruz presentan motivos decorativos (en ambos casos un círculo con un punto central), al igual que ocurre en el ejemplar cántabro. Las placas de Yvoire y La Balme (salta a la vista) presentan una decoración de innegable carácter cristiano y la presencia en ellas del mismo motivo que decora la de La Garma refuerza ese carácter cristiano también en este último caso (a lo que habría que sumar el ejemplo de San Pedro de la Nave visto más arriba). Por tanto y como primera conclusión del análisis de la decoración de la pieza, puede sostenerse que se trata de un broche con decoración cristiana y que esa decoración encuentra sus mejores paralelos, de momento, en el mundo norpirenaico.
Acerca de los motivos cuadrados con chevrones, lo cierto es que no hemos encontrado paralelos exactos, aunque sí uno que se da bastante aire. Concretamente, un par de brazaletes bizantinos, procedentes de Egipto, que se conservan en el Museo Benaki de Atenas. En estas piezas, que también son de hierro y tienen decoración damasquinada, pueden observarse esos cuadrados con una decoración similar, aunque en este caso ésta es más sencilla y no llega a formar chevrones, limitándose a líneas oblicuas incisas que salen de las cuatro esquinas y convergen en un punto situado en el centro.
El yacimiento arqueológico paleolítico de La Garma es de sobra conocido, así que no me detendré a contar nada sobre él, igual que con los de la Prehistoria Reciente. En cuanto a los restos de época visigoda de la Galería Inferior (y, en menor medida, de la Galería Intermedia), existe una curiosa explicación recogida en este mismo blog y que es muy recomendable ver (pincha aquí si aún no la conoces, inquieto lector, y disfruta de un viaje hasta las entrañas de la tierra trasmerana en "la Nave del Misterio"). Otra, más prosaica y quizá algo menos interesante, puede consultarse en este artículo publicado en Munibe hace un poco más de un año.
Resumiendo mucho (y bebiendo de la segunda fuente citada en el párrafo anterior), en la Galería Inferior de La Garma, a la que se accede tras descender dos simas lo suficientemente profundas como para matarte varias veces si te caes por ellas, se conservan los restos de 5 jóvenes de época visigoda cuyos cadáveres fueron depositados sobre el suelo de la cueva (después de bajarlos por las simas, claro está).
Simas de acceso a la Galería Inferior (izqda.) y a la Galería Intermedia (dcha.) de La Garma
Tanto la localización de los cuerpos, con 3 muy cerca del fondo de la sima y 2 en una sala situada más al interior, como las fechas de Carbono 14 que han proporcionado (las de los de más adentro algo más antiguas que las de dos de los otros 3) permiten hablar de, al menos, dos momentos de depósito de cadáveres separados entre sí por varias décadas: uno del siglo VII y otro de comienzos del VIII. Los dos situados al pie de la sima (el tercero de esa zona está algo más apartado, en un recoveco) fueron colocados juntos en un hueco pegado a la pared, probablemente en la posición que se ve en la siguiente ilustración (sin orden ni disposición habitual y recordando mucho a cómo se "echan" los muertos en las fosas comunes), aunque es difícil de asegurar porque, como también se observa en la ilustración, los huesos de los dos estaban hechos migas.
Localización del broche en la Galería Inferior y reconstrucción ideal de la posición de los dos cadáveres (según Etxeberria y Herrasti, inédito)
Asociado a alguno de estos dos cadáveres se localizaba un broche de cinturón de hierro, completamente cubierto de óxido. La pieza, pese a su aparente mal estado de conservación, parecía estar completa, conservando hebilla, hebijón y placa. Esta última tenía aspecto de pertenecer al más que extenso (y variopinto) grupo de las "liriformes", omnipresente y casi exclusivo en la península Ibérica y el sudoeste francés entre mediados del siglo VII y el VIII e indiscutiblemente unido al mundo hispanovisigodo (incluyendo en ese término la poco hispana provincia de Septimania).
Detalle del broche en el lugar de su hallazgo, antes de la restauración
Todo (forma, contexto, cronología y algunos óxidos cúpricos que asomaban entre la roña ferruginosa) parecía indicar que nos encontrábamos ante una pieza con decoración damasquinada, del mismo tipo que la de Las Penas (de la que también habrá monográfico aquí próximamente) o la de Los Goros, pues, ¿quién iba a querer llevar puesto un broche de cinturón de hierro, sin decorar y que se oxide a las primeras de cambio? El paciente y esmerado trabajo de restauración llevado a cabo en el MUPAC por Eva Pereda, la restauradora de la casa, confirmó todas las sospechas y dejó bien claro que estábamos ante una verdadera joya de la toréutica altomedieval peninsular. Bajo el óxido de hierro que envolvía la pieza se escondía una esmerada decoración a base de latón dorado y plata, ambos en forma de chapas aplicadas sobre la superficie del hierro e hilos embutidos en éste.
Anverso, perfil y reverso del broche (Fotografía: L. Teira, publicada en Arias et alii, 2012)
Esa decoración puede resumirse de la siguiente manera:
- un motivo principal, formado por una cruz griega flanqueada por dos dírculos radiados que ocupa todo el cuerpo central de la placa y el extremo distal ultrasemicircular, adaptándose perfectamente a éste uno de los círculos
- otros pequeños motivos cuadrados, con 4 chevrones dobles afrontados que confluyen, desde los 4 lados, en un punto situado en el centro y que se localizan de la siguiente manera: uno en la base del hebijón, uno en cada uno de los cuadrantes que hay a los lados de la cruz central y otro en el apéndice del extremo distal
- la decoración a base de finas líneas paralelas que cubre tanto los dos apéndices de sujeción del pasador, en el extremo proximal de la placa, como la hebilla.
Vista frontal del broche, con detalle del hebijón y la hebilla
En cuanto al motivo principal, desde un principió parecía evidente que nos encontrábamos ante un ejemplo de decoración de tema cristiano, con una cruz situada en un lugar central. La presencia de cruces decorando placas de cinturón de época visigoda no es rara y, además, contábamos con el ejemplo cercano, una vez más, del broche damasquinado de Las Penas. Sin embargo, en este caso la composición era muy particular, con los dos grandes círculos radiados flanqueando a la cruz, y remitía como paralelo relativamente próximo a la decoración escultórica de algunas iglesias de época visigoda. Sinificativamente, a la de San Pedro de la Nave, en la provincia de Zamora, datable en la segunda mitad del siglo VII a partir de las fechas de Carbono 14 que han proporcionado diferentes maderas constructivas utilizadas en su fábrica (las grapas de madera de roble, de forma inequívoca y la viga de pino con más dudas y mucho más debate), aunque haya varios investigadores que lleven ya más de una década empeñados (con una energía digna de admirar pero merecedora de mejores "causas" arqueológicas, en mi opinión) en llevar su fecha de construcción al siglo X. Dejando al margen esas cuestiones, lo cierto es que en algunos de los relieves de ese templo zamorano pueden verse composiciones formadas por una cruz central (inscrita en un círculo en ese caso) flanqueada por ruedas radiadas, aunque con radios curvos.
Decoración de una de las puertas de la iglesia de San Pedro de la Nave (Zamora)
Sin embargo, los paralelos más cercano que hemos encontrado para ese motivo decorativo no está en la península Ibérica ni en el mundo (hispano)visigodo, sino más allá de los Pirineos. Concretamente en la Francia merovingia, en dos broches de cinturón de bronce, de tipo "burgundio", procedentes de Yvoire y La Balme, respectivamente. En ellos la escena principal representada en el centro de su placa son un hombre y una mujer en posición orante, con los brazos hacia arriba pero, en su extremo distal, encontramos un motivo idéntico al del broche de La Garma; sólo que, en estos dos casos, está dispuesto de forma vertical. Al aislarlo y colocarlo en horizontal podemos comprobar ese gran parecido: una cruz griega en el centro flanqueada por dos círculos radiados, uno a cada lado. Incluso los cuadrantes de los lados de la cruz presentan motivos decorativos (en ambos casos un círculo con un punto central), al igual que ocurre en el ejemplar cántabro. Las placas de Yvoire y La Balme (salta a la vista) presentan una decoración de innegable carácter cristiano y la presencia en ellas del mismo motivo que decora la de La Garma refuerza ese carácter cristiano también en este último caso (a lo que habría que sumar el ejemplo de San Pedro de la Nave visto más arriba). Por tanto y como primera conclusión del análisis de la decoración de la pieza, puede sostenerse que se trata de un broche con decoración cristiana y que esa decoración encuentra sus mejores paralelos, de momento, en el mundo norpirenaico.
Broche de cinturón merovingio de Yvoire (Francia) y detalle del motivo lateral derecho
Acerca de los motivos cuadrados con chevrones, lo cierto es que no hemos encontrado paralelos exactos, aunque sí uno que se da bastante aire. Concretamente, un par de brazaletes bizantinos, procedentes de Egipto, que se conservan en el Museo Benaki de Atenas. En estas piezas, que también son de hierro y tienen decoración damasquinada, pueden observarse esos cuadrados con una decoración similar, aunque en este caso ésta es más sencilla y no llega a formar chevrones, limitándose a líneas oblicuas incisas que salen de las cuatro esquinas y convergen en un punto situado en el centro.
Brazalete bizantino de hierro con decoración damasquinada del Museo Benaki de Atenas (http://www.benaki.gr/index.asp?lang=es&id=10101)
Finalmente, merece la pena comentar un par de cosas sobre las líneas paralelas que decoran los dos apéndices de sujeción del pasador, en el extremo distal de la placa. En primer lugar, que se trata de un tipo de decoración que está completamente ausente en los broches liriformes peninsulares, a excepción, únicamente, de otros ejemplares damasquinados como, por ejemplo, el de Los Goros. Y que, por el contrario, esas líneas que parecen querer imitar una bisagra son relativamente frecuentes en los broches de cinturón norpirenaicos de tipo burgundio; tanto en los de bronce como en los trabajados en hueso (que también merecerían entrada aparte por su "conexión cántabra", por cierto).
Detalle de la decoración de líneas imitando bisagras en el broche de cinturón de La Balme (Fuente: http://lespierresdusonge.over-blog.com/pages/LES_IDEES_DE_LA_MORT-1391648.html)
En conclusión, el broche de la Galería Inferior de La Garma es una pieza de finales del siglo VII, o ya del VIII, de un tipo específicamente peninsular pero en la que confluye una doble influencia: por un lado la continental, llegada de la Francia merovingia; y por otro la bizantino-mediterránea. Y cuya decoración presenta un inequívoco e indiscutible carcácter cristiano que hace muy difícil relacionar su presencia en la cueva (acompañando a los restos de un joven que en vida, sin duda, profesó esa religión) con alguna extraña e ignota práctica funeraria pagana.