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Thesis conclusa, doctoratus interruptus (o algo así)

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A veces, cuando a lo largo de estos muchos años de vida como doctorando alguien me preguntaba por la tesis, yo respondía que antes se acabaría el mundo que yo la terminase. Y todo eran risas (porque han sido muchos años, creedme). Más recientemente, cuando comenzaban a llegar noticias de China sobre un coronavirus muy malo (que entonces sonaba a algo así como el primo mazao y macarra del SARS aquél de la "Neumonía Atípica" de hace unos años) y quienes sabían que estaba en capilla, académicamente hablando, me volvían a preguntar por lo mismo, respondía que, con lo cenizo que soy, fijo que lo cogía y no podía doctorarme. Y más risas aún. Pues bien, ni el mundo se ha acabado aún ni yo he pillado el bicho todavía (aunque entre enero y febrero de este año me dejé la salud y unos cuantos kilos en el empeño por terminar), pero lo cierto es que, hasta la fecha, no he podido optar a doctorarme. Terminé la tesis (contrarreloj y con los plazos a punto de vencer, pero en tiempo y forma; tras agotar todas las prórrogas posibles y alguna más, eso sí), deposité, pagué las tasas, pasé el corte, conseguí un tribunal y me dieron fecha para la defensa (el 23 de marzo pasado). Pero llegó la pandemia y con ella el estado de alarma y el confinamiento. Y con ellos tres la suspensión de actividades universitarias y la congelación de los plazos. Y así se quedó uno, que dicen en mi pueblo, aunque he de reconocer que me han ofrecido hace un par de semanas la posibilidad, que he rechazado de momento, de hacer la lectura por vía telemática (y en zapatillas, añado) desde mi casa.


La criatura (con fotón de Pedro Saura de portada)

Así que aquí estoy, con una tesis que existe físicamente, pero que a efectos académicos sigue en el coronalimbo, y sin el ansiado título con el que lustrar mi firma y mi buzón (porque cuando se es doctor se pone en el buzón, ¿verdad?). Y sin el más que deseado talonario de recetas (¡que tiemblen las farmacias!) ni poder apretarme ese Ballantine´s 21 años que tengo por ahí reservado para la ocasión desde la noche de los tiempos. Por lo demás, el trabajo va de lo de siempre: cuevas, visigodos, más cuevas, más visigodos muertos, aún más cuevas, aún más visigodos muertos con sus locos cacharros metidos en cuevas y cosas así. También hay alguna referencia de triste y rabiosa actualidad, en lo que no deja de ser una peculiar ironía del destino. Y hasta aquí puedo leer.


Una de las fotos de uno de esos fiambres

En cualquier caso y viendo la que está cayendo, tampoco me puedo quejar. Algún día solventaremos esta anomalía académica y, si todo va bien, cumpliré ese objetivo y cerraré (por fin) esta etapa interminable. Y si, por lo que sea, me quedo por el camino, no tendré descanso y mi cuerpo se levantará cual revenant inquieto y volverá para reclamar lo que considera que debería ser suyo. Y eso, bien mirado, también tiene su punto molón. ¿O no?


"Mi doctoradoooooo"



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