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Mitos de la historia de Cantabria (2): banderas de nuestros padres

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En estos momentos, en los que Cantabria está sumida en el que parece el último (por definitivo) capítulo de su particular "guerra de banderas" y a la espera de una colaboración de máximo nivel relacionada con ella en el blog, creo que ha llegado el momento de rescatar un tema que tenía en el cajón desde hace ya bastantes años. Y, de paso, resucitar aquella serie apenas iniciada sobre los mitos de la historia de Cantabria. En esta ocasión toca "meterse" con la bandera de la Comunidad Autónoma de Cantabria. Concretamente, con dos de los argumentos manejados para justificar su presunta existencia antes de 1845: su uso como pabellón naval a mediados del siglo XVIII y su presencia en la "Acción de Vargas", en 1833.

A modo de breve introducción, hay que señalar que, oficialmente, la bandera de Cantabria lo es porque sí. O al menos eso se desprende de lo que dice el artículo nº 3 de nuestro estatuto de Autonomía:

"La bandera propia de Cantabria es la formada por dos franjas horizontales de igual anchura, blanca la superior y roja la inferior"

Ni una alusión a su historia y al porqué de su elección como enseña de la Comunidad Autónoma. No sé si existe algún estudio o documento que la justifique y en el que se apoyasen los redactores del estatuto, pero yo no he conseguido averiguarlo. Así que he tenido que recurrir a otras fuentes, oficiosas si se quiere, para indagar en su origen.

Es un hecho cierto e incontrovertible que la bandera es la misma que se le adjudica a la Provincia Marítima de Santander en 1845. Según la Real Orden de 30 de Julio de ese año:

"Santander, bandera blanca y roja por mitad horizontal. Lo blanco superior"

Contraseñas de las Provincias Marítimas españolas de la Península y los territorios de ultramar en 1845 (imágenes tomadas de aquí)

Y también hay pocas dudas acerca de cómo, a partir de esa fecha, la enseña se populariza y va alcanzando reconocimiento (aunque está por ver, al menos para mí, cómo de grande fue esa aceptación fuera de la ciudad de Santander y cómo llegó a adoptarse como bandera de ésta última, no sé si perdiendo o no ese carácter provincial del que tampoco estoy seguro que llegara a gozar). Sin embargo, lo que nos interesa aquí y ahora es su historia anterior a esa fecha, si es que realmente la tiene. Y, en ese sentido, se puede decir que hay dos posiciones enfrentadas: la más aceptada, que encontramos reflejada en la entrada correspondiente de la Gran Enciclopedia de Cantabria y cuyos defensores más visibles fueron José Luis Casado Soto y Joaquín González Echegaray; y la "revisionista", abanderada (nunca mejor dicho) por ADIC.

La primera postura defiende la existencia de la bandera, como enseña naval, al menos desde mediados del siglo XVIII (existe incluso una versión "maximalista", que lleva sus orígenes hasta la Edad Media, aunque no la vamos a tener en cuenta aquí) y, por tanto, un siglo antes de la creación de la Provincia Marítima de Santander y de su bandera de contraseña.

Entrada de la Gran Enciclopedia de Cantabria relativa a la bandera autonómica y su historia

Como podemos leer en la imagen, el argumento sobre el que se sustenta esa afirmación sería la supuesta presencia de la bandera blanquirroja tanto en el Privilegio de la concesión del título de ciudad a Santander (1755) como en el cuadro de José Vallespín sobre la batalla de Vargas (1842). Según sus defensores, la contraseña otorgada a Santander en 1845, al contrario que las del resto de provincias, no sería una bandera elegida de forma aleatoria o creada ex novo, sino la plasmación oficial de una tradición anterior.

Desde ADIC, por contra, afirman que el origen de la bandera está únicamente en la Real Orden ya mencionada (y, en última instancia, en una de las de señales diseñadas por José de Mazarredo en el siglo XVIII, de las que se habría nutrido la Corona para elegir las contraseñas marítimas) y que la existencia anterior a ella de gallardetes rojiblancos en las naves cantábricas se explicaría por tratarse de los colores de la Corona de Castilla. Aceptan pues desde esa asociación la presencia de enseñas navales rojas y blancas en Cantabria antes de mediados del XIX (y dan por buena la del Privilegio de Fernando VI), aunque las desligan completamente de la bandera de la provincia marítima.


Imagen del tríptico editado por ADIC sobre el origen de la bandera de Cantabria (puede consultarse completo aquí)

Yo, por mi parte, voy a tratar de establecer dónde se puede situar el verdadero origen de la bandera de Cantabria, en el siglo XVIII o en 1845. Y para ello voy a analizar si está realmente presente en esos dos documentos gráficos ya citados (porque lo de 1845 no admite discusión, obviamente): el Privilegio de 1755 y el cuadro de Vallespín.

Como ya se ha dicho varias veces más arriba, el título de ciudad le fue concedido a la hasta entonces villa por el rey Fernando VI en 1755. Y en ese privilegio, que se conserva en el Archivo Municipal, está representado (de aquella manera: sólo hay que ver el mascarón de proa del navío, al más puro estilo vikingo) el escudo de Santander; de forma similar a como es ahora, aunque sin las cabezas de los mártires Emeterio y Celedonio. Según los defensores de una bandera rojiblanca anterior a 1845, en ese escudo aparece un gallardete con esos colores, adornando el barco que rompe las cadenas que bloqueaban el Guadalquivir. Sin embargo, un simple vistazo a la ilustración de marras demuestra que eso no es así. La embarcación está adornada con varias banderas rojas y en su palo más alto ondea, en efecto, un gallardetón de dos colores. El de abajo es rojo, de eso no cabe duda. Pero el de arriba no es blanco, sino amarillo, como puede comprobarse fácilmente comparándolo con las velas, que sí son blancas. En estas dos imágenes, por ejemplo:


Escudo de Santander presente en el privilegio de 1755 (tomado de aquí)

Detalle de la embarcación, con su gallardetón rojo y amarillo (imagen tomada de aquí)

A la vista de la ilustración, desconozco de dónde viene el error, sostenido y repetido constantemente cada vez que se trata este tema. Quizá de haber pensado que se trata de un efecto del paso del tiempo, que habría "amarilleado" el blanco (aunque insisto: el contraste con el blanco de las velas despeja cualquier duda en ese sentido). O de haber manejado una copia en blanco y negro del original. No se me ocurre ninguna otra explicación, la verdad.

Y tampoco sé como explicar ese enorme gallardetón rojo y amarillo en lo más alto del barco, aunque empiezo a alumbrar una sospecha: que sean precisamente esos dos colores los que sí tuvieron algún tipo de importancia y de significado para los cántabros de la segunda mitad del siglo XVIII (y algo más acá). ¿Por qué? Pues porque hay otra bandera montañesa en la que vuelven a aparecer poco más de medio siglo después. Concretamente, en la enseña de alguna de las unidades que lucharon contra los franceses entre 1808 y 1814. En ella, como puede apreciarse en la imagen de abajo, la cruz de San Andrés (motivo principal de las banderas de guerra españolas durante siglos) está formada por un brazo rojo y otro amarillo.

Bandera de una unidad cántabra que luchó en la Guerra de la Independencia (montaje a partir de foto e imagen tomadas de aquí y aquí, respectivamente)


Distintos autores la dan como perteneciente a alguno de los batallones o escuadrones que formaron parte de la División Cántabra de Díaz Porlier, aunque también podría tratarse de la bandera del Regimiento de Milicias de Laredo, que habría integrado el Ejército Cántabro en el momento del levantamiento contra el invasor (más detalles, aquí). Regimiento, por cierto, que se constituyó en 1763, lo que nos llevaría a una fecha muy cercana a la de la concesión del Privilegio. Puede que esa coincidencia de colores sea casual y puede que no. En cualquier caso, ahí queda.

Volviendo al tema, podemos descartar la ilustración del Privilegio como prueba de la existencia de la bandera a mediados del XVIII. ¿Habría otras? Pues, que yo sepa, no. Lo que sí hay, sin salir de esa centuria, es otro testimonio gráfico de primer orden de esa inexistencia: el cuadro de Mariano Ramón Sánchez del puerto de Santander (pintado por encargo de Carlos IV hacia 1793, dentro de una serie dedicada a los puertos más importantes de la España de la época). En él, una vista del muelle santanderino tomada desde la dársena interior (o"dársena chica"), aparecen varias embarcaciones de diverso tipo: pequeñas naves mercantes atracadas frente a las casas de la "nueva población" (el primer ensanche de Santander) y en la dársena exterior (o "Muelle de Naos"), aunque de estas últimas sólo sean visibles los mástiles; y un buque de guerra (una fragata o un navío de línea) que se aproxima a puerto desde el Este. Pues bien, en ninguna de esas naves ondea bandera rojiblanca alguna: los barcos de los comerciantes portan la correspondiente en sus proas y el de la armada la propia (la actual bandera de España). Y en todos ellos lo que podemos ver en lo alto de sus mástiles son grímpolas rojas o azules, nada más. Siendo, como es, una obra de gran detalle y pintada del natural (lo más parecido a una fotografía que podemos encontrar para esos momentos), creo que constituye una prueba bastante sólida de que los barcos de Santander, a finales del siglo XVIII, no portaban gallardetes rojiblancos.


Fragmento del cuadro de Mariano R. Sánchez del puerto de Santander

Detalle de los pequeños barcos mercantes atracados frente al ensanche

Detalle del buque de la armada que se aproxima a puerto

Detalle de los mástiles de los barcos atracados en el "Muelle de Naos"

Donde a mediados del siglo XVIII sí que contaban con bandera naval propia era en la vecina Vizcaya. En realidad, tenían dos: la que portaban los barcos del Señorío y la que ondeaba en los del Consulado de Bilbao. La primera, una cruz de Borgoña blanca sobre fondo rojo (aunque en algún álbum francés aparezca como roja sobre fondo azul). La segunda, la misma cruz, en rojo, sobre fondo blanco. En la siguiente ilustración, una pintura de Francisco Antonio Richter de la segunda mitad de esa centuria, podemos ver ambas (si es que la del Consulado no es, en realidad, una de un barco de la Armada de la época) en algunos de los barcos atracados o anclados en la ría bilbaína (incluso se puede ver otro que porta un curioso pabellón que, a primera vista, parece estar formado por una franja roja inferior y una blanca superior, del doble de anchura; aunque, si se amplía la imagen y se fija uno bien, parece que realmente existe una tercera banda arriba del todo, de un color que no alcanzo a distinguir).

Bilbao en la segunda mitad del siglo XVIII, por F. A. Richter (imagen tomada de aquí)

Resulta pues muy difícil admitir que, de haber existido realmente esa bandera naval rojiblanca montañesa anterior a 1845, se hubiera mantenido como contraseña de la Provincia Marítima de Santander mientras que a Bilbao se la hubiese privado del privilegio de conservar una de las dos que sí que se sabe a ciencia cierta que tuvo (y que no conservó, todo sea dicho). Aunque ni siquiera hay que llegar a hacer ese razonamiento, porque todo indica, como hemos visto, que esa enseña cántabra primigenia nunca existió.

Descartada esa primera prueba, toca saltar en el tiempo hasta la década de los años 30 del siglo XIX, y comprobar qué hay de cierto en la supuesta presencia de la bandera en el cuadro de José Vallespín que recrea la "Acción de Vargas", la batalla (más bien escaramuza, aunque de gran importancia para el desarrollo posterior de la contienda) en la que las tropas cristinas (formadas por voluntarios de Santander, carabineros y soldados del Regimiento Provincial de Laredo) derrotaron a una columna facciosa que avanzaba sobre la capital cántabra desde Sur al comienzo de la I Guerra Carlista (más detalles sobre la acción y sus consecuencias, en este artículo). La obra, que se conserva en el Ayuntamiento de Santander, refleja el momento culminante de la batalla, cuando las tropas liberales, con el río Pas a su espalda, rechazan el ataque carlista. Aunque Vallespín cuida mucho los detalles de las tropas involucradas en la "Acción", lo hace tomando como referencia un momento unos cuantos años posterior al del suceso (1833), por lo que, siendo serios, no puede tomarse como un reflejo veraz al cien por cien de lo sucedido (tanto es así que, ya en su época, el propio consistorio santanderino le encargó otro cuadro sobre el mismo tema que se ajustase más a la realidad de lo sucedido, para sustituir a éste, aunque el trabajo no llegó a concretarse). Pese a todo, hagamos como que lo es.


Fotografía, tomada de un libro cuyo nombre no conozco y que he cogido de aquí, del cuadro de José Vallespín sobre la "Acción de Vargas"

Basta un golpe de vista para darse cuenta de que lo que se cuenta sobre la presencia de la bandera en esta pintura no se corresponde con la realidad. Las tropas liberales no aparecen "atacando a los carlistas tras gallardetes rojiblancos". De hecho, ni unos ni otros portan banderas en la escena. Esos "gallardetes rojiblancos" son, en realidad, la banderola de la lanza de uno de los miembros del piquete de caballería voluntaria santanderina. Banderola que, en efecto, es blanca y roja, con el blanco arriba. ¿Se trata entonces de una enseña o simplemente del adorno de un arma? Sólo hay que desplazar la vista al extremo contrario del cuadro para salir de dudas. Allí, en la parte superior izquierda, se retrata la huida de la caballería facciosa, rechazada por las descargas de fusilería de los Cazadores de Laredo. Entre los jinetes que huyen, uno de ellos a pie tras haber dejado muerta su montura en el campo de batalla, hay tres lanceros. Y los tres portan lanzas con banderolas, idénticas a la que acabamos de ver en el lado contrario. La única diferencia podría ser el color de la banda superior, que podría ser amarilla en el caso de los carlistas, aunque no es descartable que también fuese blanca y aparezca difuminada por el humo. Por tanto y al igual que ocurriera con la ilustración del Privilegio, se puede descartar completamente la presencia de la bandera rojiblanca en este cuadro y, con ella, la de su presunto primer uso fuera del ámbito naval (ámbito éste en el que, como hemos visto antes, tampoco se utilizaba en esas fechas previas a 1845).


Detalle de los jinetes cristinos, donde se aprecia la lanza con banderola rojiblanca

Detalle de los jinetes carlistas que huyen, donde se aprecian las lanzas con banderolas

Detalle del jinete carlista que se retira a pie, con la lanza con banderola al hombro

Las lanzas con banderolas eran muy corrientes a principios del siglo XIX (y lo siguieron siendo a lo largo de toda la centuria y hasta inicios de la siguiente). Las utilizadas durante la I Guerra Carlista solían ser rojas y amarillas (las de los Lanceros de Navarra, por ejemplo) o, la mayor parte de las veces, blancas y rojas. Es cierto que, en casi todos los casos que he podido recopilar, la banda roja suele ser la superior y la blanca la inferior, aunque existen otros en los que la disposición es idéntica a la de la banderola del cuadro de Vallespín. Valgan como ejemplo las de los jinetes carlistas guipuzcoanos que podemos ver en la siguiente ilustración (con la banda de abajo roja y la de arriba blanca, como se deprende del cruce de la información que nos dan el grabado y sus propias ordenanzas de caballería, que mencionan una banderola "encarnada y blanca").


Lanceros guipuzcoanos en el "Album de las Tropas Carlistas del Norte" (imagen tomada de aquí)

Para terminar, conviene echar una ojeada a otra bandera, que no aparece en el cuadro de Vallespín pero que sí está directamente relacionada con la batalla de Vargas y que se conserva en el museo de la torre de la catedral de Santander. Se trata de la enseña del Batallón de la Milicia Nacional de esa ciudad, unidad heredera del Batallón de Vecinos Honrados que combatió en dicha "acción". No tengo muy claro si estuvo presente en la lucha o si es ligeramente posterior, pero lo que sí está fuera de toda duda es que perteneció a esa unidad y que en 1838 le fue concedida la corbata conmemorativa del "3 de Noviembre", para honrar su valor en el combate. Y, como puede observarse, no es blanca y roja ni está formada por dos franjas horizontales del mismo tamaño. Su rojo y su blanco son los de los cuarteles de las armas de Castilla y León que, coronadas por un muy liberal y revolucionario gorro frigio, constituyen su motivo principal.  Es decir, que la "bandera de Vargas", la de verdad, tampoco tiene nada que ver con la de la Provincia Marítima. Y, para acabar volviendo al principio y a la primera de las dos patas de este banco, hay que señalar que en sus cuatro esquinas presenta otros tantos escudos de la ciudad de Santander, con sus respectivos barcos, cabezas de mártires y torres con cadenas. Pues bien, en esas naves, bordadas con mucho detalle, podemos ver la bandera de la armada de entonces (la rojigualda, menos de una década después nacional) ondeando en popa y gallardetes rojos en lo alto de sus tres palos. Una vez más, sin rastro alguno de banderas rojiblancas.

Bandera del Batallón de la Milicia Nacional de Santander, a la izquierda

Detalle del motivo central de la bandera, con las armas de Castilla y León

Detalle de uno de los cuatro escudos de Santander de la bandera

Detalle de la corbata conmemorativa del 3 de Noviembre de 1833

En resumen, revisadas las presuntas pruebas de la presencia de la bandera de Cantabria antes de la creación de las provincias marítimas españolas y de sus correspondientes contraseñas, puede afirmarse que ninguna de las dos permite sostenerla. Al contrario y frente a lo afirmado por algunos autores, ni en el escudo de Santander presente en el Privilegio de Fernando VI ni en el cuadro sobre la batalla de Vargas hay banderas rojiblancas, lo que desmonta completamente la posición más extendida acerca de su origen. Otros elementos, como el cuadro de Mariano R. Sánchez del puerto de Santander a finales del siglo XVIII o la bandera del Batallón de la Milicia Nacional de Santander, no sólo no contradicen esa afirmación sino que constituyen nuevas evidencias de la inexistencia de esa bandera antes de mediados del siglo XIX. En realidad, esto no hace ni mejor ni peor a nuestra bandera autonómica, pero pone las cosas en su lugar y ayuda a establecer su verdadero origen: una creación específica (y sin ninguna tradición anterior) para la Provincia Marítima de Santander. Y su fecha de nacimiento: 1845. Más o menos lo que decían desde ADIC.

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