Hace ya algún tiempo que el profesor
Pablo Arias Cabal, codirector junto a
Roberto Ontañón Peredo del proyecto de investigación del conjunto arqueológico de La Garma (Omoño, Cantabria), nos había propuesto ir a echar un vistazo a la
cueva de La Garma B. Sospechaba que algunas restos localizados en la zona más profunda de la gruta podían corresponder con visitas de época tardoantigua o altomedieval y quería que le diésemos nuestra modesta opinión sobre el terreno. Con la
campaña de actuaciones arqueológicas en La Garma recién comenzada, hace un par de semanas encontramos el momento para girar visita a la cueva y echar un vistazo con calma a suelos y paredes, en busca de indicios interesantes que justifiquen plantearse un trabajo de campo más serio.
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La boca de la cueva de La Garma B |
Conviene señalar que esta cueva
no es precisamente una desconocida para quien esto escribe. Fue la protagonista de mi
trabajo de investigación de doctorado titulado
Los comportamientos funerarios durante la Prehistoria Reciente en la región Cantábrica. El depósito sepulcral de la cueva de La Garma B (Omoño, Cantabria), defendido en 2010, y tuve ocasión de
excavar allí en 1995 y 2000. Tanto el trabajo como mi participación en las excavaciones se centraron en los primero 15 m de desarrollo de la cueva. Ahora, sin embargo, es la
zona más profunda la que reclama nuestra atención.
Es una
cueva cortita y facilona, cosa que se agradece, nada que ver con su «vecina» La Garma A, donde el acceso a las áreas más interesantes obliga a realizar ejercicios de contorsionismo y a descender con cuidado por
un par de tramos de resbaladizas escaleras. La sala principal, la que estaba ocupada por un depósito sepulcral de la Prehistoria Reciente, es llana y se puede transitar de pie, mientras que para llegar a la
sala interior objeto de nuestra visita sólo hay que salvar un pequeño desnivel a través de un paso entre columnas estalagmíticas.
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Progresando hacia la salita interior de La Garma B |
En la sala interior de La Garma B hay cuatro
elementos que han llamado nuestra atención y que
podrían estar relacionados con una frecuentación durante la Antigüedad Tardía o la Alta Edad Media: varias marcas negras en las paredes, de las conocidas como «arte esquemático-abstracto»; abundantes restos de carbón por el suelo; algunos restos óseos; y abundantes estalactitas y estalagmitas fracturadas de forma intencional.
Las
marcas negras ya llamaron la atención de los investigadores sobre este tipo de manifestaciones tiempo atrás y, aunque no son ni espacialmente espectaculares, ni demasiado abundantes, pueden ser un indicador de visitas a la cueva en época histórica. La mayor parte de las
dataciones de Carbono 14 realizadas a partir de muestras de marcas negras hechas con carbón en las cuevas de Cantabria ofrecen una
cronología en torno a los inicios de la Edad Media. También las hay de otros momentos, incluso alguna prehistórica o de época romana, pero es frecuente la asociación con «visitantes medievales».
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Una de las «marcas negras» en una estalactita de La Garma B |
Por lo que respecta a los
carbones, son el tipo de evidencia más abundante en la salita interior de La Garma B. Aparecen pequeños fragmentos repartidos por toda la superficie e incluso sobre algunas columnas estalagmíticas truncadas. En algunas zonas la concentración es significativa, lo que nos hace pensar que puedan ser
restos de hogueras realizadas en el interior de la cueva, aunque por el momento no podemos precisar en qué momento. Especialmente llamativas son una acumulación en la que los carbones están mezclados con cáscaras de caracoles terrestres, en la zona del fondo, y diversos fragmentos «atrapados» por el desarrollo de las concreciones calizas sobre algunos espeleotemas.
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Posibles restos de hogueras en el interior de La Garma B |
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Carbones y conchas de caracoles terrestres en La Garma B |
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Detalle de los fragmentos de carbón «atrapados» en una estalagmita |
Los
restos óseos son bastante escasos, pero su presencia es muy significativa. Hemos identificado dos o tres piezas dentales de algún pequeño herbívoro, algunas cubiertas por concreción calcítica y un fragmento de hueso largo que, pese a las dudas iniciales, parece ser que podría ser humano. La presencia de un
hueso humano en esa zona puede tener dos explicaciones: o procede del depósito sepulcral de la Prehistoria Reciente, o no tiene nada que ver con el yacimiento prehistórico y está indicando el uso funerario de la cueva en un momento posterior, quizá a inicios de la Edad Media, como los restos de La Garma A.
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Hueso posiblemente humano en la salita interior de La Garma B |
La
rotura de estalactitas y estalagmitas es otro de los indicios que hacen pensar en visitas a la zona interior de la cueva no demasiado lejanas en el tiempo. Hay numerosos ejemplos que evocan la actividad documentada en La Garma A, donde se ha podido comprobar, mediante técnicas de análisis geoquímicos, que los visitantes altomedievales se entretuvieron en romper unos cuantos espeleotemas. En algunos casos de La Garma B hemos observado que el crecimiento que se ha ido produciendo tras la rotura no aparenta más de 1500 años.
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Columna rota de forma intencional con una nueva estalagmita creciendo sobre ella |
Reunidas todas estas evidencias en un espacio relativamente pequeño, hay bastantes posibilidades de que esa zona de la cueva haya sido frecuentada en algún momento entre época romana y el final de la Edad Media. Después de esta primera inspección visual y de que José Ángel, Pablo, Roberto y yo cambiásemos impresiones sobre el terreno,
es el momento de que «hablen» las analíticas. Se tomarán unas muestras de carbones y de restos óseos para datarlos por Carbono 14 y si los resultados confirman nuestras sospechas cronológicas, volveremos a la cueva para hacer un pequeño sondeo.
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Planificando sobre el terreno nuestros próximos pasos |
De momento somos
cautos y no nos atrevemos a incluir La Garma B en nuestra
lista de cuevas usadas con fines funerarios en época visigoda. Que haya sido visitada en esa época, lo que parece bastante probable, no la convierte automáticamente en un «cementerio subterráneo», hace falta alguna cosilla más. Esperamos
expectantes los resultados de las dataciones para saber si tenemos que añadir «una muesca más a la culata». Quién sabe si dentro de poco estamos allí excavando...