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Riocueva 2014, episodio 9: la penúltima

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A veces las excavaciones se parecen a aquellas noches en las que era imposible marcharse a casa a una hora decente porque siempre había alguien que se empeñaba en tomar una copa más, que nunca era la última. Nuestros días en Riocueva se van agotando, pero buscamos cualquier excusa que nos haga regresar a la cueva, aunque sólo sea un instante. Ya sea para cribar, para concluir alguna tarea pendiente o para rematar ese último sondeo que parece no tener fondo, la cuestión es que antes de que acabe el año tocará volver... una vez, dos, tres ¡ni idea! Cada vez que abramos la verja será «la penúltima». Hasta que no quede más remedio que devolver la llave.

Por fin, una foto de grupo ¡Gracias, Álvaro!
El objetivo de la jornada de ayer era terminar de excavar el Sondeo 8 y la verdad es que, aunque estuvimos trabajando sin parar para conseguirlo, la cueva empezó a hacerse la remolona hacia el final de la tarde. Helena y Gonzalo, un nuevo fichaje de final de temporada, se afanaban en rebajar y rebajar... primero hasta -140, después hasta -150... Parecía que nos acercábamos al fondo, pero la tierra, en lugar de ponerse más dura, se volvía esponjosa. Es comprensible, sabíamos que en esta zona de la galería el suelo estaba muy alterado y, sin llegar a ser una «estratigrafía invertida» en sentido estricto, la verdad es que lo que aparece y cómo aparece refleja a la perfección el proceso de transformación sufrido por el yacimiento. Hemos vuelto a encontrar piezas de industria lítica de aspecto prehistórico mezcladas con huesos humanos, algunos bien conservados, bastantes huesos de fauna y algún fragmento de cerámica «despistado». De la inversión parcial del depósito dan buena cuenta varios restos óseos humanos, huesos del pie, costillas, una cabeza de fémur y un maxilar inferior casi completo, entre otros, que aparecen a 40 cm de profundidad, donde la tierra está más «blandita», aunque seguramente estaban sobre el suelo de la cueva hace 1300 años.

Gonzalo y Helena asaltando el Sondeo 8
El hallazgo más destacado del sondeo, y quizá el de toda la campaña, has sido un gancho de huso de hierro completo. Es el quinto ejemplar que aparece en la cueva y el segundo que conserva el característico extremo en forma de gancho, la misma cantidad de este tipo de objetos identificados en la cueva de Las Penas. Nos sigue llamando la atención que, a diferencia de lo que ocurre en Las Penas, donde ha aparecido al menos una fusayola por cada gancho, en Riocueva no hemos conseguido localizar ninguna. Es una de las espinas clavadas que nos deja la excavación. La otra, por supuesto, es la de los broches de cinturón. Seguimos convencidos de que tienen que estar en algún sitio. Al final de la jornada de ayer, en un sitio imposible, apareció una placa de hierro de gran tamaño que había pasado desapercibida al detector de metales. ¿Y si los broches también están escondidos?

Un nuevo gancho de uso para la colección
Mientras una parte del equipo se centraba en el Sondeo 8 y otros se turnaban en la criba, donde esta vez no ha habido grandes sorpresas, Pablo seguía con su fotogrametría. Esta vez contaba con el apoyo de Álvaro, un topógrafo de la Universidad de Vitoria amigo suyo que le permitió avanzar mucho más rápido en sus labores. Tanto que, al final del día, aseguraba haber terminado con la toma de datos. Le ha cogido tanto cariño a la cueva que seguramente fingirá que algo ha salido mal para volver otra vez... No nos cansamos de agradecer su colaboración desinteresada y entusiasta, aunque no ocultamos que el bizcocho casero y el café caliente que ha traído ayer influyen bastante en nuestra percepción positiva de su labor.

¡Maldición, topos! 
Y, por supuesto, no podíamos cerrar la excavación sin otra tanda de visitas. Durante esta campaña hemos contado con un montón de manos amigas ayudando, pero también han sido muchos los oídos y los ojos atentos que han encontrado un hueco para conocer en primer persona la cueva y su yacimiento. Ya lo habré repetido una docena de veces, pero para nosotros es muy importante todo este apoyo y toda esta atención. Las visitas siempre son bienvenidas y si alguien se ha quedado con ganas de conocer Riocueva sólo tiene que decirlo y estaremos encantados de organizar otro «pase» más. Los interesados sólo tienen que comprometerse a no pisar los cortes...

Ayer recibimos dos visitas. Primero se pasaron por la cueva el arqueólogo Eduardo Peralta y su amigo Federico Fernández, los «culpables» del descubrimiento de los principales escenarios de las Guerras Cántabras conocidos actualmente en Cantabria y en el norte de Castilla y León. Tiempo atrás compartimos con ellos excursiones y excavaciones en busca de castros y campamentos romanos. Aunque sabemos que las cuevas no les entusiasman, han atendido nuestras explicaciones sin protestar demasiado. Quizá ofrecer vodka como recompensa haya funcionado...

José Ángel, Federico y Eduardo en Riocueva
Avanzada la tarde se acercó a la cueva el catedrático de la Universidad de Cantabria Pablo Arias Cabal con su familia y un amigo. Era una visita que se resistía, ya que no logramos coincidir en 2013, y en 2014 no es la primera vez que intenta venir a la cueva. Es el director de tesis de José Ángel, y fue quien dirigió mi Trabajo de Investigación y tuteló mi beca durante tres años y pico en la universidad. Mucha presión. ¡En esta explicación sí que había que hacerlo bien! Supongo que se quedó satisfecho, ya que nos ha ofrecido colaborar con él en un pequeño proyecto que tiene entre manos. Quién sabe si en unos meses podremos añadir un punto más al mapa de las cuevas sepulcrales de época visigoda de Cantabria.

Pablo Arias y compañía atendiendo a las explicaciones del director
Con tanto lío, acabamos saliendo de la cueva cuando ya se había hecho de noche cerrada. Creo que desde 2011 no nos íbamos tan tarde. Nos cuesta despegarnos. Aunque a la hora de la comida brindamos con vodka para despedirnos de Riocueva, todo parece indicar que volveremos pronto. Quedan flecos, queda energía, quedan preguntas por resolver, quedan datos por tomar... y aún quedan 37 días antes de que deje de ser «nuestra cueva».

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