La verdad es que tenía pendiente una visita a Roma pero aún no había encontrado el momento oportuno. Finalmente, este año mi esposa que ha «obligado» a pasar
y no me ha quedado más remedio que exprimir al máximo el tiempo para visitar tantos monumentos, yacimientos y museos como he podido. Y no han sido pocos. Todo o casi todo lo que llevaba en la lista...
Uno de los lugares que no podía perderme era el
Museo Nazionale dell'Alto Medioevo. Por muchas razones, desde las más obvias, hasta las oportunistas. Todavía resuenan los ecos del anuncio del
cierre de este museo
que recogía la prensa hace unos meses y de la
oposición planteada por los arqueólogos medievalistas. Por cierto, se
siguen reuniendo apoyos para
evitar la desaparición de esta singular instalación. No tengo muy claro en qué habrá acabado la cosa, pero el día que visité el museo había allí una reunión de trabajo en la que aparentemente se trataba la renovación del mismo. No sé en qué acabará la cosa pero lo cierto es que las colecciones actuales merecen seguir estando al alcance de los visitantes, sea aquí o sea en otra sede.
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Preparado para entrar en el museo |
Reconozco que antes de llegar al museo no tenía mucha idea de cómo era ni de qué contenía exactamente. Ni siquiera tenía muy claro dónde estaba. Me gusta sorprenderme y descubrir cuando visito un lugar desconocido. Sé que a veces me pierdo cosas por no «prepararme», pero sigo disfrutando mucho más así. Lo primero que me sorprendió fue que esperaba una sede un poco más... no sé cómo decirlo... «señorial». Pero resulta que el museo no son más que
media docena de salas no muy grandes en la primera planta de un edificio de oficinas en el barrio de EUR. Nada de arquitectura de vanguardia, más bien sobriedad mussoliniana. Tampoco la necesita, aquí importa el contenido. El inicio de la exposición desconcierta un poco. Una vitrina con una fíbula de oro y nada más. Lo primero que pensé fue que si se podían permitir una vitrina por pieza la cosa prometía y el museo sería enorme, pero en seguida me di cuenta de que no era así. Enseguida comenzaron a aparecer
vitrinas repletas de objetos y pronto dejó de haber vitrinas. Una museografía clásica, obsoleta a los ojos de quienes han contemplado espacios expositivos más modernos, pero adecuada para lo que quería contar en su tiempo.
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Fíbula del Palatino, del siglo V |
El
esquema de la exposición es
sencillo. El recorrido se inicia con una pequeña sala dedicada a la época tardorromana. Las dos siguientes salas están dedicadas a las necrópolis longobardas de Nocera Umbra y Castel Trosino, las salas IV y V a la decoración escultórica de diferentes iglesias de Roma y la región del Lazio y las salas VI y VII a los asentamientos medievales rurales del entorno de Roma. La propuesta se completa con una salita en la que se conservan tejidos coptos y un último espacio en el que se ha reconstruido una espectacular estancia decorada con
opus sectile procedente de Porta Marina. Como es muy posible que pronto el montaje actual haya cambiado o desaparecido, he seleccionado unas cuantas fotos para hacerse una idea de las maravillas que exhibe este museo.
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Vitrina central de la sala dedicada a la necrópolis de Nocera Umbra |
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Cuernos de vidrio de la necrópolis de Nocera Umbra |
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Cerámica longobarda de la necrópolis de Nocera Umbra |
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Espadas con decoración de oro en la empuñadura de la necrópolis de Nocera Umbra |
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Detalle de la empuñadura y otros objetos de oro de la necrópolis de Nocera Umbra |
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Bote de marfil con escena del Antiguo Testamento de la necrópolis de Nocera Umbra |
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Par de fíbulas de arco de la necrópolis de Nocera Umbra |
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Collar y fíbula de arco de la necrópolis de Nocera Umbra |
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Guarniciones de cinturón damasquinadas de la necrópolis de Nocera Umbra |
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Cruz longobarda en lámina de oro |
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Ornamentación áurea de un sax de la necrópolis de Castel Trosino |
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Par de espuelas decoradas de la necrópolis de Castel Trosino |
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Par de fíbulas de arco de la necrópolis de Castel Trosino |
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Fíbula cruciforme de plata con inscripción de la necrópolis de Castel Trosino |
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Anillo de plata posiblemente usado como alianza de la necrópolis de Castel Trosino |
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Boca de pozo de Porto (Roma) |
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Plaza decorada de Ara Coeli (Roma) |
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Sala de los tejidos coptos |
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Mosaico de época carolingia de Santa Rufina |
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Reconstrucción del aula de Porta Marina decorada con opus sectile |
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Detalle del opus sectile de Porta Marina |
No sé si las fotos hacen justicia pero sólo los
objetos de las necrópolis de Nocera Umbra y Castel Trosino hacen que la visita al museo merezca la pena. Son espectaculares, de una riqueza sorprendente y de una calidad en la factura que incita a recrearse en los detalles. Reconozco que no me impresionaba tanto con una colección desde que visité la sala altomedieval de
British Museum de Londres. Y no sólo yo me quedaba
boquiabierto vitrina tras vitrina. A Helena, que me acompañaba, también le fascinó el «desfile» de fíbulas, collares, broche de cinturón, armas, copas y cuernos de vidrio, anillos, pendientes, apliques... Mucho oro, mucha plata, piedras preciosas, todo tipo de objetos suntuarios y hasta ¡estructuras de sillas plegables! con decoración damasquinada. La verdad es que el refinamiento de los artesanos longobardos atrapa.
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Hechizada por el lujo longobardo |
Más allá de la fascinación que me ha producido este pequeño museo, que sólo con el nombre ya me tenía ganado para su causa, la visita me ha permitido
formarme una opinión sobre la polémica que lo ha envuelto en los últimos tiempos. Evidentemente, por muy espectaculares que sean los objetos que exhibe, el museo no puede ocultar que sigue siendo demasiado parecido a cuando abrió en 1967. Desde entonces se han producido
«algunos cambios» tanto en la manera de contar la Historia de la Antigüedad Tardía y de la Alta Edad Media, como en el campo de la museografía. ¿Necesita una profunda reforma? Desde luego que sí. El riesgo es que la reforma se demore y los espectaculares objetos que hoy se pueden ver en esas viejas vitrinas acaben olvidados en un almacén. La oferta expositiva y cultural de Roma es tan grande, y el museo está tan lejos del «núcleo central» de la
Città turística que nadie se daría cuenta de lo que se ha perdido. Nadie que no lo conozca...